sábado, 26 de mayo de 2012


El Espíritu Santo actuando en cada miembro de la familia.

Cristo no ha querido acabar El mismo su misión en la Tierra, sino que ha confiado al Espíritu Santo el cuidado de coronar la obra que El había recibido del Padre. Después de Pentecostés, Cristo permanece presente por el Espíritu Santo.  
Pentecostés es día de fiesta, la fiesta de la continuación de la obra de Cristo, la fiesta del Cuerpo Místico de Cristo, al cual todos nosotros tenemos la suerte suprema de pertenecer, la fiesta que celebra la doble, la inefable comunión: comunión con Cristo y comunión entre nosotros.

El misterio del Espíritu Santo se derrama sobre los discípulos de Cristo, que hace de ellos un solo organismo, el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia de Cristo, y que da a cada uno de ellos, a cada uno de nosotros, un nuevo principio de vida, un principio sobrenatural: la gracia.  
En la Iglesia doméstica, cada miembro de la familia, como unidad original, como individuo no reducido a un simple número, sino que conserva su individualidad y personalidad propia, su plenitud humana y sobrehumana, el Espíritu Santo actúa de manera especial.
Cada uno es, como dice San Pablo, “templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en él”.
“El templo de Dios es sagrado y ese templo sois vosotros”.